Sobre arrogancia, anarquía y otras costumbres

ArrogPrimero que todo me gustaría dejar en claro que el siguiente escrito no tiene que ver con un aterrizaje a cuestiones morales dentro de la práctica anarquista, es decir, no trata de decir cómo comportarnos ni nada por le estilo. La práctica anarquista más que andar hablando todo el día de teoría política y criticando a todo el mundo por ser como son, tiene que ver con cómo deconstruimos las prácticas comunes de la vida cotidiana, que mucho tiene que ver con las críticas que cada uno tiene al mundo en que vive; bueno, no tiene que ver con solo eso, es solo una arista de las infinitas posibilidades que tenemos para hacer frente a las infinitas caras que tiene el sistema. En este sentido, una práctica muy común, de la que hace no mucho tiempo me he venido a dar cuenta, y que por la molestia que me ha generado presenciarla, por reflexiones que he tenido y que me ha llevado a generar otras, es la arrogancia.

Esta sucia costumbre que tenemos, se basa en un pilar fundamental de la sociedad, sobreponerse a otros, menospreciar al resto, sobre todo a aquellos que buscan sus propios caminos y no te siguen. Para dar a entender un poco más a lo que me quiero referir, paso a narrar una experiencia clave en mi análisis.

Encontrándome en un micro devuelta a casa un día viernes por la noche, de repente escucho a una pareja de jóvenes hablando, y donde el joven se encontraba rayando la micro -y me ganó el espacio que quería rayar- , primero no presté atención pero cuando escuché la palabra “anarquía” y vi que discutían sobre ello, empecé a “sapear” –ahahahá-. Bueno la joven hablaba como es opinión de muchos, sobre la anarquía, refiriéndose a ella como un “bonito ideal” pero hasta ahí no más. De esto deduje que el chico se consideraba anarquista y porque en sus rayados aparecía una (A). Bueno siguió mi viaje y de repente se suben dos jóvenes más, y que al rato entablaron conversación con la pareja antes mencionada. Entre que hablaban de rap y cosas así, de repente uno de los jóvenes que se había subido al último, dice que el antes era punk pero por cosas de la vida, dejó de serlo y ahora trabajaba para los milicos. Después de que el chico de la pareja empezaba a mantener una conversación en tonos más altos con el otro joven, por temas de rap – ambos decían ser raperos pero no se conocían, y de alguna forma trataban de demostrar quién era el más rapero y el joven anarquista trataba de poner su cuota de rapero revolucionario. De repente, salió de nuevo el tema del chico que antes era punk y a nuestro joven anarquista casi se le pusieron los pelos de punta al escucharlo, a lo que siguió una serie de críticas, del estilo “si tienes un ideal tienes que seguirlo”, etcétera. Finalmente, el chico anarquista trató a los otros dos jóvenes de “poco vios” y de alguna forma funcionales al sistema, siempre no incluyéndose, demostrando estar en otro escalón de la vida. Esto ocasionó molestia, como era de esperarse, y sumando el factor alcohol a todo esto, la cuestión terminó en una pelea cuando se bajaron de la micro.

De todo esto y sumado a otras experiencias, en asambleas estudiantiles por ejemplo, empecé a darme cuenta de que es una costumbre muy común en los que se aluden a sí mismos como revolucionarios, posicionarse en un espacio diferente al resto de la gente, y obviamente un espacio mejor, o sea el resto no está a tu altura, le falta, tiene que despertar. Y con esto se cae en el error común de creerse ajeno al sistema, a la sociedad, por el hecho de tener algunas críticas, o de alguna forma vivir y pensar la vida de una forma diferente. Creo que esto es un error, por el hecho de que a pesar de todo seguimos viviendo en este sistema, en sus contradicciones, en sus paredes, fuimos criados en él. En cierto modo estamos condicionados en gran parte por la sociedad, eso creo que es algo que no debemos olvidar y lo que me hace pensar que el querer destruirlo todo también nos incluye a nosotros –no pasarse el rollo, y ojalá nadie se suicide–, me refiero a como vivimos, a nuestras costumbres, repensar la sociedad revirtiendo al individuo, blabla. Volviendo a la historia que conté, la arrogancia que aparece sin que nos demos cuenta, no es una buena compañera en esta tarea de “socializar la anarquía”, termina creando más rechazo que reflexión – ya que desde donde lo pienso, no quiero para la anarquía rebaños que sigan a los iluminados. Tampoco se trata de encajar en la estructura mental de otras personas, haciendo ver los ideales de una forma más amena y linda para la sociedad, no. Esto se trata de romper con ciertas conductas autoritarias en nuestra forma de expresarnos y cómo nos referimos a otros. Por ejemplo, dentro de la terminología del marxismo actual es muy conocido el término “pequeño burgués”, para referirse a otros que no se comportan siguiendo su línea, un término utilizado y reutilizado para menospreciar.

Hay un punto que debo dejar en claro, hay grupos de gente y conductas contra las que estoy en contra y a las que soy claramente intolerante –no me compro el rollo del ciudadano tolerante–, por ejemplo nunca aceptaré a los explotadores, a las vanguardias ideológicas, etc. Y contra estos utilizaré los insultos que me nazcan. Pero tenemos que ser cuidadosos, no todo el mundo tiene una postura política clara, si nos ponemos a preguntar, gran parte de la gente se posicionará en contra de la explotación, en contra del machismo, pero en la vida cotidiana no todos aplicarán esto, y quizás no es porque traten de engañarse o ser incoherentes, sino porque el mundo está organizado así: todos hemos sido socializados según determinados valores, ciertas conductas que se nos han impregnado; está demás decir que son doce años los que uno pasa siendo adoctrinado en la escuela, para que decir la universidad y la posterior vida de “trabajo”. Por ejemplo está muy de moda tratar a todo el mundo de “facho”, siendo que muchas de esas personas no son “fachas” sino que actúan normalmente y como han sido enseñados – entendiendo a que se refiere la utilización de este concepto en la actualidad. También debemos tener cuidado al interpelar a otros, ya que desde donde pienso la práctica anarquista, esto no se trata de evangelizar al resto con nuestro saber, no se trata de ser la vara de la moral que esté dictando sentencia sobre otros, simplemente nos encontramos pensando diferente. Y queremos que nuestra reflexión sea compartida y repensada no simplemente aceptada, como dije anteriormente no necesitamos rebaños que sigan a los anarquistas.

Para finalizar reitero, este escrito no es una opinión para demostrar cómo debiese comportarse un anarquista, sino partiendo en un ejemplo, en este caso la arrogancia, poner sobre la mesa el importante aspecto de esta práctica, la autocrítica, dándonos cuenta que también participamos en esta sociedad, no estamos ajenos a sus vicios, no obstante, queremos deshacernos de ellos, y para esto debemos repensar nuestro comportamiento cotidiano. Y así darnos cuenta que hay ciertas costumbres que en nuestra tarea de socializar las ideas, nos retrasan y es porque justamente están infundadas en cuestiones que la sociedad nos ha impuesto.

Escrito anónimo ligeramente modificado, publicado originalmente en el periódico El Surco nº 37, julio 2012.