Si les ganas jugando a su juego, siempre acabas por perder
Así que tienes un grupo de música, con un mensaje importante que comunicar al mundo, y quieres que llegue al mayor número de gente posible, y pretendes al fin hacerte famoso y vender muchos discos. O tal vez seas un activista político y pienses que es necesario utilizar los medios mayoritarios para educar a la gente sobre ciertos asuntos. La verdad es que tiene sentido (o eso parece) utilizar esos métodos para llegar a cierto tipo de gente porque si no, ¿quién te va a hacer caso? (¿Los cuatro gatos de siempre?) Sí, claro, entiendes que estás haciendo concesiones con respecto al mismo sistema al que intentas hacer frente, pero crees que al final valdrá la pena… Al fin y al cabo, todos transigimos con alguna que otra cosilla, ¿no es así?
En el fondo, vale la pena pensar si todos hacemos concesiones con esto o lo otro, o cuestionarnos si involucrarnos en un sistema de feroz competencia homicida y de mercadotecnia de masas sirve realmente para cambiar el mundo. ¿Qué pasaría si todos dejásemos de transigir, dejásemos de jugar a su juego y concentrásemos nuestros esfuerzos en crear canales propios para propagar nuestras ideas?
La revolución no será televisada
Y claro que te querrán en su programa de televisión, en su programa de radio, en su festival de rock, o en su compañía de discos. Les importa un bledo si lo que venden es pasta de dientes o revoluciones anarquistas con tal de que el público siga mirando y comprando. Saben que antes o después esa gente se aburrirá y se hartará de las múltiples capulladas que normalmente tienen para ofrecer y cuentan contigo para que les ofrezcas nuevas ideas y nuevos estilos para explotar; sin eso, no tendrían nuevas cosas que vender al gran público. Saben que si pueden venderte todas las expresiones de rabia y desconsuelo que tú mismo aportas, que si pueden hacer caja con todas las frustraciones que el propio sistema crea, entonces han vencido (y te han vencido). Saben bien que nada pudiera ser más poderoso que el mensaje que tú mismo ofreces al expresarte a través de sus medios: permanezca conectado.
Ningún mensaje a través de la televisión o de la venta de CDs en un centro comercial, es más importante que expresar lo que puede hacer un individuo por sí mismo. Mirar la tele y comprar en el centro comercial mantiene a la gente en un estado pasivo, viendo espectáculos de los que nunca podrán formar parte, observando a gente a la que nunca podrán conocer, comprando mercancías anunciadas por grandes empresas en vez de crear uno su propia música, sus propias ideas y su propia vida. Es decir, para motivar a la gente para que actúen por ellos mismos, tienes que contactar con ellos de una manera más directa.
Los valores de la producción en masa
Nos educan para que pensemos en el éxito siempre en términos numéricos, ¿no es así? Si uno puede causar efecto en la vida de una persona, causar efecto en la de miles de personas debe ser la hostia. No es difícil entender en qué tipo de sociedad aprendimos a pensar de dicho modo: toda nuestra sociedad gira en torno a la producción en masa. Cuantas más unidades tengamos a nuestra disposición, cuantos más clientes seamos capaces de atender, cuantos más votos obtengamos, cuanto más dinero y más cosas tengamos, mucho mejor. ¿O no?
No obstante, tal vez no sea posible causar efecto en cien mil personas de la misma manera en que se causa a una o a diez. Y tal vez tampoco sea tan revolucionario el hecho de que una persona o un grupo le diga a todos los demás lo que está bien o no. ¿No sería mucho mejor intentar descentralizar el asunto y que todo el mundo trabajara en grupo en vez de que una avanzadilla liderara a la masa anónima? ¿Quién ha de salvar el mundo? ¿Una persona? ¿Una banda de música? ¿Una distribuidora alternativa? ¿No confiamos en nadie más que en uno mismo? (¿Nadie se ha dado cuenta en lo que mucho que hay que machacar a los demás si lo que pretende uno es propagar solamente su mensaje suyo y sólo suyo?)
Un grupo puede tocar ante novecientas personas y recitar toda la sarta de sus eslóganes políticos pero, por lo general, estarán fuera del alcance de su público, allá arriba en un pedestal señalados como “músicos”, “artistas”, “héroes”. Sin embargo, un grupo tocando con la misma energía ante 40 personas en un local más pequeño, puede interactuar de manera personal casi con todos los presentes, demostrando así que todo el mundo puede hacer lo que ellos hacen. De este modo, tienen el potencial para inspirar a otra gente para tocar (o para otros proyectos revolucionarios) aumentando su valor exponencialmente. Y lo mismo sucede con cualquier tipo de discográfica, de escritor, artista, orador, organizadores o “líderes” de cualquier ralea.
Trabajar dentro del sistema
A la mayoría de nosotros no nos apasiona tener que hacer ciertas cosas para trabajar dentro del sistema. Nos gustaría más leer los libros que nos apeteciera que escribir trabajillos obligados para clase, y hacer uso de nuestras habilidades, de nuestra energía y de nuestro tiempo para nuestras cosas o proyectos que malvendérselas a nuestros jefes y empleadores.
Pero sentimos, de algún modo, que tenemos que trabajar para ellos, nos guste o no. Parece que nunca se nos ocurre pensar en lo mucho más divertido y efectivo que sería el arrebatarles esepoder de las manos para hacer alguna otra cosa con él. Al principio sería difícil, claro está, pero ¿habría algo más difícil que soportar esas mierdas de trabajos durante el resto de nuestras vidas? Sería mejor dedicarnos a reemplazar ese trabajo en vez de tratar de mantenerlo de algún modo.
Protestas, sin embargo, y dices, que aun así vas a luchar contra el status quo, que vas a pelear desde dentro del sistema, ¿no? Eso es, al menos, lo que ellos te dicen. Evidentemente el sistema posee “procedimientos adecuados” para que las quejas de alguna gente causen cierto efecto y mejoren un poco las cosas; es la válvula de seguridad que afloja un poco la presión para que el populacho descanse un poquito. ¿O hay todavía quien cree que los poderes fácticos de este mundo permitirían que alguien utilizase sus propias leyes y métodos para derrocarlos? Si este sistema realmente ofreciera oportunidades para cambios drásticos, la gente ya habría aprovechado la ocasión hace tiempo. Cientos de generaciones se han puesto manos a la obra convencidos de que ellos iban a triunfar justo donde los otros fracasaron: de ahí salen la mayoría de abogados y periodistas ‘con conciencia’. Son los cínicos cadáveres de jóvenes idealistas que pensaron que podían reformar el sistema.
Además, ¿podemos confiar en nosotros mismos para trabajar “desde dentro del sistema” en pro de las causas justas? Por poco que nos guste, todos nosotros estamos programados para ser triunfadores, para ansiar el éxito, para medirnos respecto a los otros en cuanto a riqueza y a status social. ¿No será que queremos ser periodistas o profesores de ciencias políticas o estrellas de rock porque en verdad no somos capaces de considerar otra opción, porque en verdad no queremos cortar el cordón umbilical que nos ata a la seguridad del mundo “mainstream”? ¿O cómo podemos estar seguros de que en verdad lo que queremos es buscar el éxito, que una parte de nuestro oscuro corazón lo que desea es la atención y los sentimientos de grandeza que la popularidad o el prestigio social conllevan? Está claro que siempre es mejor que nuestros padres estén orgullosos de nosotros y aplaudan nuestras decisiones pero… ¿es esa la mejor manera de cambiar el mundo?
Escuchemos a nuestros corazones, confiemos en nuestros instintos, y neguémonos a participar en nada que nos aburra o nos indigne. Necesitamos cuidar de nuestro idealismo, y aceptar nuestra voluntad para arriesgarnos, no buscarnos nuevas maneras de integrar nuestra desesperación y nuestra frustración en la sociedad misma que las engendró. No se olviden, cada día que pasamos “utilizando el sistema” es otro día a la espera de que nuevas relaciones más justas y nuevas maneras de vida más agradables reemplacen a las viejas.
¿Cómo se sale de aquí?
Y sí, a veces parece que no haya otra opción más que trabajar “dentro del sistema” si queremos hacer bien las cosas y no mantener nuestras ideas vírgenes en los siempre estrechos márgenes del underground. Pero, ¿por qué seguir manteniendo los márgenes del underground siempre tan estrechos? Si intentáramos con todos nuestro esfuerzo expandir los espacios en los que actuar como personas libres e iguales, en vez de intentar arreglar el socarrado motor de esta maléfica sociedad, tal vez nos iría mucho mejor. No hay más que imaginarse lo que podríamos conseguir si pudiéramos mantener todo el potencial en nuestras manos rechazando malgastarlo ni un minuto más trabajando para su sistema.
No hay excusa que justifique el malgastar parte de nuestra vida haciendo cosas que no nos gustan, ni permitir que usen nuestro talento y nuestro esfuerzo para anunciar un orden mundial al que nos oponemos. Al revés, luchemos con todas nuestras fuerzas y vivamos intensamente para que los otros presos en la jaula de “la normalidad” nos vean y les inspire nuestro ejemplo para unirse a nosotros en nuestro rechazo frontal del viejo mundo con todas sus mierdas y mentiras. Mejoremos nuestras comunidades, hagámoslas más abiertas, más capaces de ofrecer apoyo, para que otros sean capaces de unirse.
El sistema bajo el que vivimos sólo puede ofrecernos derrota: ¿para qué jugar entonces? Nosotros podemos inventarnos nuevos juegos, nuevos juegos más divertidos, más emocionantes que los viejos. La cuestión no es derrotarlos a ellos, jugando con sus reglas, sino invitarlos a que se apunten a nuestro juego.
Texto escrito por Crimethinc. Tomado del libro Días de guerra, noches de amor. Crimethinc es un colectivo internacional de ex-trabajadores compuesto por grupos de afinidad antiautoritarios, con perspectivas críticas hacia la cultura, la política, el trabajo y propuestas disidentes de vivir la vida.