No es que el presente tenga condiciones especiales que nos obliguen a salir a la calle a protestar, pues nuestro tiempo vive encausado en el capitalismo, un sistema social que se perpetúa en base a la explotación y la insatisfacción, por tanto las condiciones para la exaltación y la revuelta son constantes en todos los lugares de este país y del mundo. El encanto de este momento que nos toca vivir es que esa insatisfacción que se vive habitualmente en forma individual o aislada ha encontrado una expresión colectiva.
La reacción colectiva suele expresar su rechazo al autoritarismo político en un país, o a la desprotección social en otro, a la mercantilización de la educación en otros tantos, a la explotación de la naturaleza en algunos, al aumento de los precios de alimentos y transporte en casi todos. Pero pareciera que la acción espontánea de millones de personas alrededor del mundo busca mantener el status quo perfeccionando los instrumentos de su propio sometimiento: más democracia, más trabajo, más educación, más producción.
Todos miran en conjunto al cielo esperando por un héroe que baje del sistema a representar sus aspiraciones sin descubrir su propia fuerza y capacidad como conjunto de seres humanos en la busca de una vida autónoma plena, sin bancos, sin políticos, sin hidroeléctricas ni guerras por fuentes energéticas, sin alquileres, sin escuelas que no enseñan nada más que la reproducción de la misma mierda. Sin Estado, sin Capital.
Pero éste presente aún no se nos escapa, y hacernos cargo de éste tiempo es lo único que nos queda si no queremos que los nuevos políticos, las nuevas fuentes de energía, la nueva democracia que surja triunfante de la actual crisis y sus protestas sean la mierda que tengamos que tragarnos mañana. Continue reading